Enfrentando la desigualdad económica en El Salvador: historias de lucha y supervivencia

Lidia Ortez Ángel, una mujer de 65 años, refleja la realidad que viven miles de salvadoreños en un entorno caracterizado por la incertidumbre económica. En Soyapango, uno de los pueblos más poblados de El Salvador, Lidia sobrevive gracias a la generosidad de sus vecinos y la venta de ropa y zapatos usados. «Aunque sean dos coras (25 centavos), lo venderé y comeré con él», dice, sosteniendo su billetera vacía. Su vida diaria es una lucha constante contra el hambre y las limitaciones físicas que le impiden realizar las tareas que antes la sustentaban.

La historia de Lidia no es única. Frente a su casa vive Marina Navas, una mujer más joven que enfrenta las mismas dificultades. Trabaja como niñera por 100 dólares al mes, una fracción del salario mínimo oficial de 365 dólares. “El dinero (dinero) no es suficiente. El presidente fue un buen hombre, nos envió cajas de comida, pero me gustaría que enviara un poco más”, dice Marina, expresando una mezcla de gratitud y desesperación por la falta de fondos.

A pesar de las mejoras en seguridad que ha logrado el gobierno de Nayib Bukele desde que llegó al poder en 2019, la situación económica se ha convertido en el principal desafío para los salvadoreños. Si bien la violencia de las pandillas solía ser la mayor preocupación, hoy el desempleo, los bajos salarios y el alto costo de la vida son las principales preocupaciones de la población.

El gobierno implementó varias medidas para aliviar esta carga económica, como la abolición de aranceles a productos básicos y la creación de mercados agrícolas con precios más asequibles. Sin embargo, estas iniciativas tuvieron un impacto limitado. Según datos del Banco Central de Reserva, los precios de los alimentos seguirán aumentando, registrando un aumento del 0,9% entre junio y julio de 2024. Además, la canasta ciudad base, que costaba $202 en 2021, alcanzó $264 en julio de 2024, un aumento del 0,9% en julio de 2024. 30,6% en sólo tres años.

Para muchas familias, esto significa que simplemente no hay dinero. Por ejemplo, Lidia señala que aunque le den cinco dólares, es prácticamente imposible comprar carne o verduras. «Todo es tan caro que ni siquiera sé qué hacer», dice, tratando de sacar cada centavo que recibe.

El problema se ve agravado por la falta de empleos oficiales en el país. Según la Oficina Nacional de Estadística y Censo (ONEC), casi la mitad de la población salvadoreña no tiene acceso a beneficios sociales como seguros de salud o pensiones. En 2023, el 42,5% de los salvadoreños sobrevive debido al subempleo, empleos informales y mal remunerados. Para muchos, como Lidia y Marina, esto significa vivir al día sin ninguna red de seguridad.

La Fundación para el Desarrollo de Centroamérica (FUDECEN) advierte que el subempleo puede ser incluso más dañino que el desempleo, obligando a las personas a aceptar empleos de baja productividad que apenas generan ingresos suficientes para sobrevivir. Esta situación es particularmente grave en países como El Salvador, donde las políticas de bienestar social son limitadas y muchas personas carecen de acceso a recursos básicos.

Otra preocupación es el salario mínimo, que no ha cambiado desde 2021. Aunque la ley estipula que el salario mínimo debe ajustarse periódicamente en función del costo de vida, el gobierno aún no ha iniciado un procedimiento de revisión a pesar del importante aumento en el precio de la canasta básica. Para muchos trabajadores, el salario mínimo mensual de 365 dólares no es suficiente para cubrir los gastos básicos, dejando a gran parte de la población en una situación económicamente vulnerable.

A pesar de estas dificultades, el gobierno de Bukele decidió centrarse en otras estrategias para reactivar la economía, como incentivar la inversión extranjera y el turismo. El mensaje de que El Salvador es un país más seguro resultó en un aumento del 36% de turistas entre 2022 y 2023. Este auge turístico también impulsó el desarrollo inmobiliario en las zonas costeras, donde los precios inmobiliarios aumentaron significativamente.

Sin embargo, este crecimiento no ha llegado a las comunidades más pobres, como Soyapango, donde historias de lucha cotidiana, como las de Lidia y Marina, siguen siendo comunes. Aunque Bukele ha prometido centrarse en cuestiones económicas en su segundo mandato, el país enfrenta desafíos estructurales que no serán fáciles de resolver. Entre ellas destaca la deuda pública de 30.173 millones de dólares, que corresponde al 84 por ciento del producto interno bruto (PIB) del país. De esta cifra, casi 11.000 millones fueron adquiridos durante la gestión de Bukele.

La economía salvadoreña también depende en gran medida de las remesas enviadas por los salvadoreños que viven en el extranjero, que ascienden a aproximadamente 8 mil millones de dólares al año. Estas transferencias son un salvavidas para muchas familias, pero también demuestran la falta de oportunidades económicas dentro del país, lo que obliga a miles de salvadoreños a buscar mejores condiciones de vida en el extranjero.

Por otro lado, el sector agrícola, que puede ser una herramienta clave para garantizar la seguridad alimentaria, se enfrenta a graves problemas. Según Luis Treminio, presidente de la Cámara Salvadoreña de Pequeños y Medianos Productores Agropecuarios, la última campaña agrícola registró la producción más baja de los últimos siete años. Factores como el cambio climático, el aumento de los costos de los insumos agrícolas y la falta de apoyo gubernamental han afectado duramente al sector. «En lugar de avanzar hacia la soberanía alimentaria, dependemos cada vez más de los mercados exteriores», advierte Treminio.

Mientras tanto, personas como Lidia siguen luchando a diario por sobrevivir. Su historia, aunque dura, refleja la resiliencia de los salvadoreños que, a pesar de la adversidad, siguen buscando salir adelante. Sin embargo, la pregunta sigue siendo si las políticas actuales del gobierno serán suficientes para abordar las profundas desigualdades económicas y crear un futuro más esperanzador para todos.